viernes, 18 de noviembre de 2011

Sensación plena, la meditación en la vida cotidiana


A veces la meditación parece algo abstracto, místico, complicado. Algo difícil sólo para unos pocos escogidos. ¿Pero qué pasa si cambiamos la palabra meditación por sentir? Todo el mundo sabe sentir, ¿no? Pues a esto se refiere la famosa atención plena                 (mindfulness en inglés), término que se puede cambiar por otro, quizás más adecuado: sensación plena. No quiere decir dejarse llevar por la emoción, si no sentir con los cinco sentidos. En realidad los sentidos son lo que nos conecta con el mundo, con el presente, con la vida en definitiva.
Así, la meditación y la vida sensual convergen, lo espiritual y lo mundano se hacen uno en la primavera de los sentidos: vivo con plenitud los olores, los sonidos, la sensación de tener, o mejor dicho, de ser un cuerpo; percibo el roce del viento sobre mi piel, miro y no solo veo un paisaje, una nube violeta rasgada en el cielo.
La mente y el cuerpo se hacen uno dicen los budistas. La mente vuelve a casa y por fin se relaja, no tiene que estar activa maquinando, pensando, imaginando un mundo lejano en el tiempo o en el espacio, un mundo que no es capaz de experimentar. Está aquí y ahora, con lo que hay.
La manera de vivir así, es entrenando el sentir, sin esfuerzo pero con constancia. Con amor y paciencia le vamos robando tiempo al pensar y se lo damos a las vivencias que entran por los sentidos.
Esto es vivir en el presente, o simplemente, vivir. Lo otro es pensar un mundo que no es real y por ello es amenazador. En el presente está la paz, y a él accedemos con los sentidos. No es perderse en las emociones, ni luchar con la mente o los pensamientos, ni siquiera contra el llamado ego. No hay camino a la paz, la paz es el camino. No podemos llegar a vivir en paz por medios violentos, agresivos, ni siquiera forzando la realidad o rechazándola.
La señal de que un camino es verdadero es que tenga corazón, como decía el don Juan de Carlos Castaneda. Que lo marque el cariño por quienes somos, también cuando somos mente,  pensamientos, emociones difíciles o un pequeño yo insatisfecho.
Sólo así la mente se calmará, poco a poco. Practicamos para que nuestra energía paulatinamente, despacito, esté menos en la mente y más en el cuerpo, en las sensaciones, en la presencia. Y eso es un proceso de aprendizaje, de educación de nosotros mismos, esta vez sin gritos, sin exigencias, sin castigos. Simplemente siendo como la luz del Sol, que cariñosa y pacientemente alumbra a una flor y permite que se desarrolle y vaya evolucionando a su ritmo, sin prisas, sin forzarla.
Así pasa con la paz que va creciendo en el centro de nuestro ser gracias a una práctica amable, cotidiana, cariñosa.
Sapere aude, atrévete a saber, sí pero, ¿nos atrevemos a sentir? Un camino nos espera, el de los  sentidos, aprender a respirar el mundo con su maravillosa presencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario