El amor se puede mostrar como una presencia, una atención silenciosa. Te muestro mi amor si mi atención se enfoca en ti, te siento importante y además renuncio a cambiarte. Una atención flexible, mullida, que surge de la Paz, se convierte en mi paz y se transmite a ti como paz.
¿Cómo puedo entonces amarme? Si siento que necesito amor, que me falta el amor, puedo observar mi mente. Quizás me percate de que de alguna manera estoy siendo rígido conmigo mismo, crítico. Con la sensación de que debo ser mejor, un poco irritado por mis fallos, por mis imperfecciones. He dado un gran paso, soy consciente de mi desamor.

Y ver ese lugar vulnerable que forma parte de nosotros.
Y ver ese lugar tan crítico que forma parte de nosotros.
Puede que entonces una lágrima emprenda un viaje por la mejilla, inspirada por el dolor de nuestro niño herido, de nuestra niña herida, cuyo tormento, involuntaria e inconscientemente continuamos. Quizás esa lágrima limpie la garganta de nuestra niña y puede que recupere su voz y se vuelva un niño divino, recipiente de un amor sin condiciones, gratis y sin requisitos, que se genera en nuestro interior, desde Aquello que vive fuera y dentro de nosotros.
Puede ser que entonces ese amor nos rebase y se extienda a nuestro alrededor, de una manera natural, involuntaria. Y quizás comprendamos qué significa amarse a uno mismo y amar al otro como a uno mismo. Y que no son dos cosas independientes, ni separables, sino lo mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario