miércoles, 29 de febrero de 2012

De la ley, al amor

                                                                           


La moral para la mayoría de nosotros aparece como un conjunto de reglas que hay que cumplir para vivir en sociedad. Unas leyes para domar el animal que llevamos dentro, para civilizar el instinto. Esto provoca una división interior: por un lado lo que mi cuerpo quiere hacer, por otro lado lo que debe hacer. Pero cuando la dimensión espiritual empieza a hacer su aparición, la piedra angular del bien, de la virtud, deja de ser la obligación y empieza a ser el amor, la compasión. No te ayudo porque me lo dicta una norma sino porque en ti me veo, veo a un ser humano por el que siento cariño. Además, me doy cuenta que mi felicidad está conectada con la tuya, no son independientes. La moral, entonces, se vuelve una expresión de mi felicidad, de mi ser más profundo que es bueno por naturaleza. 


Me llama la atención que en el cristianismo original la moral tiene este sentido. En sus cartas, San Pablo repite que con Cristo de alguna manera se ha transformado la ley estricta de los judíos en una ley de amor: "Pero ahora, al morir la ley, a la cual estábamos sujetos, hemos quedado libres para servir a Dios no conforme a la letra de la vieja ley, sino conforme a la nueva vida del Espíritu"(Romanos 7,6). Me parece interesante ver como el cristianismo original estaba muy alejado de la experiencia que hemos tenido muchos de nosotros de una moral rígida de esclavos. En su origen no era así, sino todo lo contrario, un camino de liberación. Como decía San Agustín: " Ama y haz lo que quieras".

1 comentario:

  1. Me alegra que te guste mi blog. Tienes razón. Si la mora no nos libera, es mera esclavitud. Un abrazo: Joan Josep

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