jueves, 26 de enero de 2012

Conócete a ti mismo




La expresión conócete a ti mismo estaba inscrita en el templo de Apolo en Delfos, según cuenta la leyenda. Podemos pensar que esta recomendación apunta a conocer nuestra psicología, pensamientos, emociones, conductas. Muchas personas hacen terapias psicológicas o participan en grupos de crecimiento personal queriendo tener más consciencia de si mismos, conocerse mejor para de esta manera ser más felices.


Investigando en ese quien somos, es posible dar con la sorpresa que ese yo que creemos ser no es siempre el mismo. Cada identidad que nos creemos no es más que una idea, un concepto acerca de nosotros mismos. A veces podemos creer ser una cosa y la contraria en cuestión de minutos.  Cada una de esas identidades nos atrapa, nos las creemos sin dudar, en parte porque el mecanismo de identificación sucede de manera inconsciente.


Este mecanismo es conocido en las enseñanzas budistas como la impermanencia del yo, el yo que va variando y no permanece igual.  Si prestamos atención a este fenómeno, podemos llegar a sorprendernos e incluso reírnos de nosotros mismos y de nuestra credulidad. 


Pero incluso si nos damos cuenta y somos conscientes, el  juego sigue sucediendo. Tenemos la asombrosa capacidad de ser conscientes de que nuestra mente crea una identidad que es falsa y aún así seguir creyéndola. Suena paradójico pero es así. Hemos creído esas identidades durante mucho tiempo y se necesita tiempo para que la energía depositada se transforme.


Si seguimos durante un tiempo observando los juegos del autoconcepto, es probable que nos encontremos con que no solo no somos ninguna de las identidades que creíamos ser sino que no somos. A esta realización se la conoce como la realización de la verdadera naturaleza como vacío, espacio, nada. Este punto suele dar miedo, porque parece que si no somos quienes creíamos ser entonces moriremos. Inconscientemente podemos pensar que desapareceremos cuando lo que está muriendo es sólo la imagen de nosotros mismos, nada más, una idea. Posteriormente,  lo que surge en ese espacio es algo lleno de vida, amor y creatividad. No es un vacío frío y sin contenido. Es un vacío fértil. Un fruto de la nada.


Ahora hemos respondido a la pregunta del oráculo, hemos conocido quien somos en realidad: la consciencia, aquello de nosotros que no varía, que es inmutable, siempre presente y que es capaz de acoger toda nuestra experiencia con aceptación y amor. Nuestros pensamientos, emociones, la ilusión de ser un yo separado, todo.


Quien de verdad somos es inefable, no se puede describir con palabras porque si no estaríamos construyendo un concepto. Es lo más íntimo de nosotros, de donde surge la sensación de vivir, de existir. Es tan inmenso y tan indefinible que por ello nos da libertad, nos quita los límites que nos imponen nuestros autoconceptos. Podemos ser más de lo que nunca hemos imaginado, o mejor dicho somos más de lo que nunca hemos imaginado. Pensábamos yo soy esto, yo soy aquello, ahora no nos definimos, somos un verbo, vivo. Yo soy. Sin sujeto. Soy.









No hay comentarios:

Publicar un comentario