miércoles, 28 de diciembre de 2011

Cristiano Ronaldo (el prometeico) contra Messi (el agraciado)

Prometeo, en la mitología griega, robó el fuego (espíritu) a los dioses. Se enfrentó a ellos y les quitó algo que podía haber conseguido como un regalo, simplemente pidiéndolo. Cristiano Ronaldo refleja este mito en su exceso de voluntarismo. Es el hombre hecho a si mismo que todo lo puede. Con una ética protestante del trabajo, adicción a las estadísticas y a la superación personal, da la impresión de vivir obsesionado con Messi, el adversario.
Parece egoísta, engreído, arrogante, que juega para sí mismo y el equipo poco le importa. Sufre por cada ocasión que falla. Sólo suyas son las derrotas como suyas solas son las victorias.

Frente  a esta actitud Messi aparenta ser una especie de niño grande que nunca dejó de jugar en el patio del colegio. Lo que para Ronaldo es un asunto de vida o muerte para Messi es una fiesta. Cada gol que mete mira hacia el cielo y agradece, o simplemente reconoce y da a cada uno lo suyo. Si Maradona era el hombre que se creía Dios, con Messi parece que Dios se haya vuelto un niño travieso que juega a la pelota. Messi en su pura humildad se echa a un lado y se deja jugar. Actúa con gracia y eso es una diferencia que es muy difícil que Cristiano pueda salvar.


Al vivir desde el Ronaldismo, parece que todo se puede con voluntad y esfuerzo. La vida, entonces, se asemeja a una interminable escalera, seca, áspera. Otras veces entrando en el ojo del huracán, en el flow, todo fluye y parece que las cosas se hacen solas. Hemos sido tocados por el Messianismo. La vida es  un juego, volvemos a ser niños y cada momento es único, cada instante un gol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario